NOCIONES BÁSICAS
SOBRE EL METABOLISMO
DE LOS HIDRATOS DE CARBONO
Los niveles de glucosa en sangre se regulan por un sistema hormonal que permite que las variaciones de la glucemia en individuos sanos sean mínimas. Así los niveles plasmáticos de glucosa varían entre 70 y 110 mg/dl en situación de ayunas en la población sana.
Cuando se ingiere un alimento rico en carbohidratos, las cifras de glucosa plasmática aumentan como consecuencia de la absorción de la glucosa que se produce tras la digestión de dichos alimentos. Éstos producen una serie de reacciones hormonales y metabólicas que logran mantener dichos niveles dentro de un margen estrecho, siendo la glucemia dos horas después de la ingestión de cualquier alimento menor a 140 mg/dl.
Habitualmente la elevación de la glucemia posprandial es menor con la cena que con la comida y el desayuno, independientemente de la cantidad y clase de carbohidratos que se ingiere. El nivel de glucosa plasmática tiende a descender durante las primeras horas de la noche, siendo mínimo entre 3 a 4 horas después de haber iniciado el sueño, estando en cifras próximas a 60 mg/dl. Habitualmente la glucosa plasmática tiende a elevarse aproximadamente entre 1 ó 2 horas antes de levantarse, encontrándose, como hemos dicho antes, unos valores en ayunas que oscilan entre 70 y 110 mg/dl. El principal factor hormonal que induce disminución de la glucemia es la insulina, que tiene unos cambios paralelos en plasma a los de la glucosa.
Funciones de la insulina
La mayoría de las funciones del organismo están mediadas por diferentes hormonas. Una de las más importantes es la insulina, se sintetiza y libera en las células beta de los islotes de Langerhans situados en la glándula pancreática.
La insulina es imprescindible para el desarrollo del organismo. Es "la llave que permite abrir las puertas de las células diana" (músculo, hígado, tejido muscular y tejido graso) para que la glucosa pueda entrar en su interior y pueda ser utilizada por estas células o almacenada en forma de glucógeno. El estímulo para la secreción de insulina, tras la ingesta de alimentos, está mediatizado por señales que se generan en el estómago e intestino después de la ingesta (hormonas enteropancreáticas). Entre todas ellas destaca el glucagón. En la membrana de las células beta pancreática existe un medidor de la concentración de glucosa en sangre (glucoreceptor), que permite, en todo momento, conocer la concentración de glucosa en sangre y, a partir de aquí, segregar la cantidad de insulina adecuada. Este aumento de la secreción de insulina se comprueba, fundamentalmente, después de las comidas y tiene como objetivo impedir que se produzcan elevaciones importantes de la glucemia.
Existen determinadas células del organismo que no requieren la presencia de insulina para que la glucosa pueda ser utilizada en su interior. Estas células captan la glucosa de forma directa y en función de su concentración en sangre. Ello se debe a que constituyen órganos que no pueden dejar de ejercer su función específica independientemente de la situación clínica o fisiológica en que se encuentren. Entre estas células están las neuronas, las fibras nerviosas, la retina, las células renales, los glóbulos rojos, etc. A estas células se las denomina insulinoindependientes.
En situaciones de ayuno prolongado la secreción de insulina se interrumpe, reservando la glucosa para estos importantes órganos insulinoindependientes. Otras funciones de la insulina son las de transformar los excesos de hidratos de carbono de la dieta en forma de grasas en el tejido adiposo y los aminoácidos en forma de proteínas en el tejido muscular. En resumen la insulina actúa:
• Permitiendo el paso de glucosa al interior de las células, abriendo las puertas de las membranas celulares.
• Estimulando el depósito de glucosa en forma de glucógeno en el hígado y en el músculo (glucogenogenésis).
• Estimulando la formación de grasa (lipogénesis) cuando existe un exceso de hidratos de carbono.
• Estimulando la formación de proteínas a partir de los aminoácidos de la dieta.
Hormonas de contrarregulación
En contraposición a la acción de la insulina, como reguladora del metabolismo de la glucosa, existen una serie de hormonas cuyas funciones son opuestas a la insulina, es decir, aumentan los niveles de glucosa en sangre. Normalmente existe un equilibrio entre estos dos sistemas reguladores con el objeto de mantener las cifras de glucemia dentro de unos márgenes de normalidad. Entre estas hormonas se encuentran el glucagón, la adrenalina, la cortisona y la hormona de crecimiento. Estas hormonas son antagónicas a la insulina.
¿Qué sucede en la diabetes mellitus?
Es fácil suponer que un déficit de insulina (total o parcial) va a suponer una reacción en cadena, secundaria a la imposibilidad (total o parcial) de utilización de la glucosa por los órganos insulinodependientes. Por otra parte, el equilibrio que existe entre la insulina y las hormonas de contrarregulación en sujetos no diabéticos, se pierde, predominando la acción de las hormonas contrarreguladoras por lo que los efectos catabólicos se magnifican.
Ello origina que aumente la degradación del glucógeno en glucosa (glucogenolísis) y un aumento de ácidos grasos a partir de los depósitos de triglicéridos (lipolisis). Todo ello conlleva que los niveles de glucosa en sangre aumenten de forma desmesurada produciendo las manifestaciones clínicas características de la diabetes.
• El organismo necesita glucosa las 24 horas del día. Durante los periodos de ayuno la obtendrá de los depósitos de reserva: glucógeno hepático y grasas.
• El organismo necesita también insulina las 24 horas del día para poder metabolizar la glucosa.
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